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Mostrando entradas de julio, 2017

Heridas sin rodillas.

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Un nostálgico empedernido, que es como me autodefino. De esos que (a veces) piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor. Me entristece observar como el germen principal de la infancia, ese que es la verdadera razón para que el recuerdo permanezca y te acompañe el resto de tu vida, se está transformando o perdiendo. La infancia es para echarte a la calle, para venir a casa con heridas de “juego” en las rodillas y agachar la cabeza ante las reprimendas de los padres. Agarrar con todas las fuerzas esos días interminables, aquellas   tardes de verano que no acaban nunca y que se graban en la retina de los años. Me produce un sentimiento de tristeza   encontrarme por los parques o las plazas a los grupos de niños con el cuello encorvado y los ojos devorando la pantalla de un teléfono móvil. Todos en fila, sentados en un banco, como las golondrinas que se posan en los cables de la luz.   Los años de infancia pasan tan rápido que solo te percatas de ellos cuando te has convertido irreme