Lampedusa
Cuando el gaznate esta vacio un día tras otro, tras otro, tras otro... el miedo se esfuma como el humo de la hoguera en el campo. Los ojos tal vez solo vean un futuro más dorado, dulce, placentero. Y la mar, en su inmensidad nocturna, con las garras de un trágico destino, no sea más que un puente obligado hacía días de trabajo, de pan, de vida.
Es triste que en los años que rondamos, seres humanos se lancen a las aguas, sin nada más que la búsqueda de una oportunidad, de una razón de vivir, y en ellas queden para siempre. Se malgastan millones en inútiles faenas, se discute en los palcos de congresos por discrepancias estériles y aún, en la edad de la velocidad, del poder de la comunicación, un pie descalzo pisa su tierra y se embarca en una nave de sueños y esperanza, sin saber si algún día volverá. Lo ocurrido en Lampedusa es una fotografía de nuestro tiempo, de las diferentes dimensiones de nuestra sociedad, y de la vergüenza que a veces proyecta.
A veces me acosa el desencanto con este mundo que habitamos y que por mucho que intentemos comprender se muestra en totalidad incomprensible, partido en mitades donde unos beben el mejor vino en copas doradas y otros buscan agua en las más mugrientas alcantarillas. Según dicen la vida y el trabajo es un derecho, un derecho que se valora conforme la tierra donde se pace, y que algunos, desde su sillón lo olvidan o lo ignoran.
El País: Más de 200 fallecidos en el incendio de un barco con inmigrantes en Lampedusa
Es triste que en los años que rondamos, seres humanos se lancen a las aguas, sin nada más que la búsqueda de una oportunidad, de una razón de vivir, y en ellas queden para siempre. Se malgastan millones en inútiles faenas, se discute en los palcos de congresos por discrepancias estériles y aún, en la edad de la velocidad, del poder de la comunicación, un pie descalzo pisa su tierra y se embarca en una nave de sueños y esperanza, sin saber si algún día volverá. Lo ocurrido en Lampedusa es una fotografía de nuestro tiempo, de las diferentes dimensiones de nuestra sociedad, y de la vergüenza que a veces proyecta.
A veces me acosa el desencanto con este mundo que habitamos y que por mucho que intentemos comprender se muestra en totalidad incomprensible, partido en mitades donde unos beben el mejor vino en copas doradas y otros buscan agua en las más mugrientas alcantarillas. Según dicen la vida y el trabajo es un derecho, un derecho que se valora conforme la tierra donde se pace, y que algunos, desde su sillón lo olvidan o lo ignoran.
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