Amor a pueblo Extraño
Soy de pequeñas patrias, o tal vez de una sola. Amante de mi tierra, del polvo de un camino dorado que parte campos de viñas y olivos. Soy de donde el pato anida y el agua se estanca. Pero por las casualidades del destino, por los cruces de caminos, amante de pueblo extraño.
El corazón se partió, despedazó semillas que verdecieron en vecinas tierras. Uno solo mama de donde acuna, pero es de donde pasta.
Mi amor a pueblo extraño, a otras plazas, a sierras que sirven de muro a mis preciosas aguas encharcadas, a monumentos en colinas donde se divisa el horizonte verde, dormitando, tumbado sobre un lecho infinito. Amo a pueblo extraño, por que me ha abierto su casa, me ha dejado ser yo, me ha sonreído cuando bajaba la mirada, y a pesar de leyendas estériles, vacías, me he sentado en su sillón, he contemplado su paraje y me deleitado con su gratitud.
Amo a pueblo extraño, lo confieso, lo amo por que me enseñaron a amarlo, porque me mostraron su verdadera coraza, limpia, pulida, sin manchas de prejuicio. Por mis venas seguirá corriendo el huracán de los que me nombran como forastero, y seguiré teniendo agarrada la cuna, con fuerza, ya que la raíz es profunda y ruda. El camino se ha borrado, no es más que un paso obligado, un galope en caballo de metal, un acto involuntario. Tal vez algunos no me entiendan, otros quizas me hayan precedido, pero la sensación es cierta, donde el pie pisa, la huella queda.
El corazón se partió, despedazó semillas que verdecieron en vecinas tierras. Uno solo mama de donde acuna, pero es de donde pasta.
Mi amor a pueblo extraño, a otras plazas, a sierras que sirven de muro a mis preciosas aguas encharcadas, a monumentos en colinas donde se divisa el horizonte verde, dormitando, tumbado sobre un lecho infinito. Amo a pueblo extraño, por que me ha abierto su casa, me ha dejado ser yo, me ha sonreído cuando bajaba la mirada, y a pesar de leyendas estériles, vacías, me he sentado en su sillón, he contemplado su paraje y me deleitado con su gratitud.
Amo a pueblo extraño, lo confieso, lo amo por que me enseñaron a amarlo, porque me mostraron su verdadera coraza, limpia, pulida, sin manchas de prejuicio. Por mis venas seguirá corriendo el huracán de los que me nombran como forastero, y seguiré teniendo agarrada la cuna, con fuerza, ya que la raíz es profunda y ruda. El camino se ha borrado, no es más que un paso obligado, un galope en caballo de metal, un acto involuntario. Tal vez algunos no me entiendan, otros quizas me hayan precedido, pero la sensación es cierta, donde el pie pisa, la huella queda.
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