Un pequeño Pais llamado Renfe. Parte II
Renfe, ese pequeño país donde todo puede suceder. Resulta que como cada semana me dispongo a viajar en tren, un placentero viaje rodeado de campos y acompañado con un buen libro. Rearmo mi bolso de viaje y con un tiempo más invernal de lo que tocaría en estos días me dirijo a la estación, entre pensamientos y canciones de el Último de la Fila.
Cuando llego a la estación, unos diez minutos a pie, todo esta en su entera normalidad, los gatos recorren las instalaciones como si de su propiedad se tratase, el nido de cigüeña sigue en la casa afrancesada que reside justo en frente, las vías frías esperan la llegada del próximo tren que anuncia la voz robotizada del taquillero automático. Mi tren es en vía 1, y debo de cruzar, y es justo en este momento cuando me sorprende el encargado de la estación. Me pregunta donde me dirijo y me dice que el tren está averiado, que no circulará, así que Renfe, este pequeño país nos pone un taxi a nuestro destino. Junto a él se encuentra un hombre trajeado de mediana edad que al igual que yo sigue las indicaciones del encargado de estación. El hombre trajeado, el encargado y yo, esperamos al taxi fuera de la estación, soportando el maldito frío y apenas sin hablar. Es curioso como la gente puede permanecer callada cuando hay tanto que decir. El taxi llega y para nuestra sorpresa es un coche de la marca Mercedes, de alta gama, y sin apenas dos aniversarios. En su interior esta el taxista y una chica de unos veinte y pocos años, que supongo que al igual que nosotros debería ir en un tren que no ha salido.
La conversación sigue parada, no a habido nada más que las escuetas palabras de cortesía, hasta que el hombre de traje rompe el hielo sin querer. Una llamada telefónica le hace hablar y su conversación es en catalán. Por su tono parece una persona seria e importante, aunque no vamos a tardar mucho en saberlo. El taxista le aborda con preguntas en tono de broma, aunque no deja de ser un pequeño interrogatorio. El hombre de traje es de Barcelona, y es un alto directivo de una empresa de alimentación situada en Daimiel. Como el desempleo aprieta, mi primera reacción es presentarme e interesarme por su trabajo, simplemente para a posteriori ofrecerle mis servicios. Mientras todo esto sucede la chica y el taxista han iniciado su propia conversación, que no tardo en poner media oreja a ver por donde va. Después de unos minutos entre dos conversaciones descubro que la chica es una actriz de teatro que viene de Almagro para cerrar algunas obras en el próximo festival de julio. El taxista por lo que deduzco es residente de Almagro ya que conoce todos los entresijos del festival, así como varias obras clásicas que explica y critica. El catalán sigue hablándome de su trabajo, es como si la llamada telefónica que recibió le hubiese encendido un pequeño mecanismo que ahora no le hace callar. Es entonces cuando le digo que conozco su empresa y le comento mi formación y experiencia, y en ese preciso instante es el taxista el que corta la conversación para explicarnos que tiene una hija superdotada o extraterrestre diría yo, porque con tan solo 19 años, según su padre, habla 3 idiomas, está en el último curso de "noseque" y ha trabajado en una gran empresa, vamos que va para ministra, la actriz responde al igual que el taxista con sus logros y con los actores de medio renombre con los que ha compartido escenario, y es entonces cuando dentro del taxi se forma un gallinero de egos, del que no quiero participar. Es curioso, cuando alguien sabe coser, el vecino sabe coser y cortar, y si te visita el primo del vecino, sabe coser, cortar y encima te vende el producto. La naturaleza humana, o la naturaleza española es sorda, (aunque jamás muda) y nunca deja que nadie le pueda superar, quizás por ello no somos demasiado solidarios, ni nos ayudamos los unos a los otros.
Mientras reflexionaba sobre el tema, y las gallinas del gallinero seguían picándose entre sí, llegamos a nuestro destino, y se hace el silencio del principio, la confianza adquirida dentro del taxi, pasa a la cortesía que hubo fuera, y es entonces como auténticos desconocidos que era lo que eramos, nos deseamos buen viaje con un simple movimiento de mano y nos despedimos, la actriz, el taxista, el catalán y yo.
Cuando llego a la estación, unos diez minutos a pie, todo esta en su entera normalidad, los gatos recorren las instalaciones como si de su propiedad se tratase, el nido de cigüeña sigue en la casa afrancesada que reside justo en frente, las vías frías esperan la llegada del próximo tren que anuncia la voz robotizada del taquillero automático. Mi tren es en vía 1, y debo de cruzar, y es justo en este momento cuando me sorprende el encargado de la estación. Me pregunta donde me dirijo y me dice que el tren está averiado, que no circulará, así que Renfe, este pequeño país nos pone un taxi a nuestro destino. Junto a él se encuentra un hombre trajeado de mediana edad que al igual que yo sigue las indicaciones del encargado de estación. El hombre trajeado, el encargado y yo, esperamos al taxi fuera de la estación, soportando el maldito frío y apenas sin hablar. Es curioso como la gente puede permanecer callada cuando hay tanto que decir. El taxi llega y para nuestra sorpresa es un coche de la marca Mercedes, de alta gama, y sin apenas dos aniversarios. En su interior esta el taxista y una chica de unos veinte y pocos años, que supongo que al igual que nosotros debería ir en un tren que no ha salido.
La conversación sigue parada, no a habido nada más que las escuetas palabras de cortesía, hasta que el hombre de traje rompe el hielo sin querer. Una llamada telefónica le hace hablar y su conversación es en catalán. Por su tono parece una persona seria e importante, aunque no vamos a tardar mucho en saberlo. El taxista le aborda con preguntas en tono de broma, aunque no deja de ser un pequeño interrogatorio. El hombre de traje es de Barcelona, y es un alto directivo de una empresa de alimentación situada en Daimiel. Como el desempleo aprieta, mi primera reacción es presentarme e interesarme por su trabajo, simplemente para a posteriori ofrecerle mis servicios. Mientras todo esto sucede la chica y el taxista han iniciado su propia conversación, que no tardo en poner media oreja a ver por donde va. Después de unos minutos entre dos conversaciones descubro que la chica es una actriz de teatro que viene de Almagro para cerrar algunas obras en el próximo festival de julio. El taxista por lo que deduzco es residente de Almagro ya que conoce todos los entresijos del festival, así como varias obras clásicas que explica y critica. El catalán sigue hablándome de su trabajo, es como si la llamada telefónica que recibió le hubiese encendido un pequeño mecanismo que ahora no le hace callar. Es entonces cuando le digo que conozco su empresa y le comento mi formación y experiencia, y en ese preciso instante es el taxista el que corta la conversación para explicarnos que tiene una hija superdotada o extraterrestre diría yo, porque con tan solo 19 años, según su padre, habla 3 idiomas, está en el último curso de "noseque" y ha trabajado en una gran empresa, vamos que va para ministra, la actriz responde al igual que el taxista con sus logros y con los actores de medio renombre con los que ha compartido escenario, y es entonces cuando dentro del taxi se forma un gallinero de egos, del que no quiero participar. Es curioso, cuando alguien sabe coser, el vecino sabe coser y cortar, y si te visita el primo del vecino, sabe coser, cortar y encima te vende el producto. La naturaleza humana, o la naturaleza española es sorda, (aunque jamás muda) y nunca deja que nadie le pueda superar, quizás por ello no somos demasiado solidarios, ni nos ayudamos los unos a los otros.
Mientras reflexionaba sobre el tema, y las gallinas del gallinero seguían picándose entre sí, llegamos a nuestro destino, y se hace el silencio del principio, la confianza adquirida dentro del taxi, pasa a la cortesía que hubo fuera, y es entonces como auténticos desconocidos que era lo que eramos, nos deseamos buen viaje con un simple movimiento de mano y nos despedimos, la actriz, el taxista, el catalán y yo.
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