Ser de Pueblo, con sus seis y maravillosas letras, es para mi un orgullo y una satisfacción. No me escondo ni lo intento, y es más lo digo por doquier, soy de Pueblo. Me he criado corriendo por las calles con las rodillas desolladas y pintadas en "mycromina" (no mercromina) comiendo un bocata mientras conducía una bicicleta tres veces heredada. He saboreado los largos y ociosos veranos, recorriendo todos los caminos, bañándome en albercas y calderetas, cazando pájaros, bichos, y todo animal viviente que fuese apto para ser apresado, sin previa regañina de tu madre, ya que la posterior iba de serie. He jugado interminables partidos de fútbol en el campo, colocando piedra sobre piedra las porterías, he investigado cada rincón de mi calle, de mi barrio.
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Daimiel |
Soy de pueblo, que bonita frase, te permite conocer a la gran mayoría de vecinos, investigar sus entresijos, a través de conexiones de cuñados, suegros, novios o novias, primos, amigos, bares... Ser de pueblo te licencia en muchos oficios que los ciudadanos viajantes de metro no serán capaces jamás de igualar. Te hace esperto en lumbres, si en lumbres, aquellas que cada uno tiene su manera y forma de hacer. Arquitecto de cepas y palos para encenderlas con diferentes y variados instrumentos, y esa capacidad, por muchas barbacoas domingueras que estos ciudadanos excursionistas de centros comerciales hagan, no adquirirán jamás esa técnica genética de hacer lumbres, de confeccionarlas para que ardan interminables horas y generen las mejores ascuas. Otro diploma es conocer el tiempo y su entorno a la medida. Yo he visto predecirlo con tan solo mirar el cielo, tocar la tierra, o observar el batido de las plantas por el viento. ¿Y el entorno?, ¿Quién es capaz de conocer mejor todos los caminos, senderos, y recortes de un lugar que la gente de pueblo?. Sin coger un mapa en su vida te dejan en el punto meticulosamente exacto, y te añaden las diferentes fincas, casillas o chalets que te vas a encontrar a tu paso con el mínimo detalle y sin fallo alguno, vamos un GPS de última generación y sin satélite. Y el gusto que da salir a la calle y pararte cada 5 minutos de media con alguien, siempre sabes a que hora sales y jamás a que hora llegas. Eso no lo tienen en la ciudad, es una distracción maravillosa saludar y saludar, pararte con cualquiera y mantener una mini conversación, y tener que dejarlo por que por la otra acera se acerca otro conocido al que vuelves a saludar. Uno de pueblo puede cruzar una calle de conversación en conversación, como se decía que antes una ardilla podía cruzar la península ibérica de árbol en árbol, eso jamás pasará en la ciudad, todos van con la cabeza gacha, angustiados y desorientados.
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Villarrubia de los Ojos |
Pero sin duda alguna, lo mejor de ser de pueblo es saborear una vida lenta, o al menos no tan rápida y gris como la de las ciudades. Crecer con las caras y las calles conocidas, poder confiar sin dudar en alguien, observar como pasa el tiempo en todos aquellos que te importan, en tus lugares, donde por alguna razón son valiosos para ti. Ser de pueblo es una
maravillosa locura, una
reconfortante fortuna de pertenecer a la tierra y no al metal, a la viña y no al asfalto, al florido balcón y no a la reja, al embelesado camino y no al oscuro metro, al saludo sincero y alegre y no al cumplido cortés. Ser de pueblo no se puede describir con letras y frases, hay que vivirlo, saborearlo,
y sobre todo amarlo.
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Daimiel principios de siglo XX |
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