La peqeña Tienda.
Vuelve el verano a su cita de cada año, el calor perfuma el aire y los parques y calles reabren sus rincones para dar paso a las pequeñas zapatillas, a los saltos de cuerda, a la tiza, al maltrecho balón, a los gritos, risas y lloros de sus más fieles habitantes. Vuelvo a mi niñez, vuelvo a ponerme esas albarcas de goma, cangrejeras que llamaban los de más de un metro de altura, o esas zapatillas de suela anaranjada y tela azul marino, las de "Bruce Lee", que llamaban otros, vuelvo a las rodillas desolladas, al pantalón corto, a la camiseta manchada. El calor aprieta y la tarde se abre a miles de posibilidades, a juegos no inventados y a seguir apretando los lazos de las amistades más infantiles y puras. Los juegos siguen su curso, el calor sigue arropando el día, y aunque cuando se es niño y se está viviendo el verano no se es consciente de nada, siempre esta la madre, la abuela o la vecina del barrio para dar el aviso de un paréntesis, de un descanso y reponer las fuerzas...