Efímero.
Efímero. Incluso nuestro basto universo, con sus desconocidos rincones, el cual ni siquiera nuestra mente es capaz de dibujar, se creó con una explosión de apenas segundos. El mar, eterno horizonte azul, que se pierde en las pupilas y recuesta al astro sol cada atardecer. Incluso él, el mar, insondable camino de antiguos comerciantes, sendero de los primeros hombres, está compuesto por millones de olas que desaparecen y nacen. Una semilla, la más real y minúscula muestra de la omnipotencia de la naturaleza es capaz de albergar lo que será un árbol que superará la altura de diez hombres con sus diez vidas. Efímero y breve, eso es lo que nos golpea, lo que nos arrastra, pero a la vez, como el sorbo de un licor fuerte, nos recorre las entrañas y nos muestra la importancia de cada suspiro, de cada instante.
No dejamos de ser más diferentes que la hoja de sauce, que aparece y desaparece con cada ciclo. Conscientes de ello recorremos nuestra propia cuenca, como el río que nos transcurre, que nos lleva, y ante esa brevedad vital, no nos queda más que el poder de la memoria, que tal vez, por alguna casualidad especial es infinita, es eterna.
Dedicado a ti.
No dejamos de ser más diferentes que la hoja de sauce, que aparece y desaparece con cada ciclo. Conscientes de ello recorremos nuestra propia cuenca, como el río que nos transcurre, que nos lleva, y ante esa brevedad vital, no nos queda más que el poder de la memoria, que tal vez, por alguna casualidad especial es infinita, es eterna.
Dedicado a ti.
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