Cartas a París
Cuando se conjugan todas las letras de la palabra amistad, se forman a fuego lento y se forjan a través de los años, a veces, aunque por los inesperados senderos de la vida se alejen o se confundan, siempre, y por su propio peso, vuelven a encontrarse.
Comencé a escribir cartas a París para encontrarme a mi mismo, para regenerar mi entorno que me abrasaba y me carcomía. Y por encontrarme a mí, reencontré una unión no perdida, si no quizás congelada en algún pasadizo extraño de este laberinto al que llamamos vida. No se cual es el significado de la amistad verdadera, es una palabra tan difícil de describir que ni me fío de aquellos maestros que la usan y la verborrean por doquier. Únicamente me limito a decir que a pesar de años y de distancias, conversar y exponer cosas en común desde el segundo uno,
es quizás la forma más clara de demostrarlo. Esa unión congelada ha sido devuelta por un sol abrasador que no es más que la verdadera razón de ser razonables en nuestras decisiones, de ser coherente conmigo mismo.
Escribo cartas a París por que me apasiona contar historias, ser leído y ser juzgado, pero sobre todo escribo cartas a París por que soy amigo, de un amigo que jamás permitió que cambiase ni un ápice, desde el principio y hasta los días de hoy.
No son cartas a París, son únicamente bloques de piedra pesada que se acumulan como muros infranqueables para erigir un lazo de cuero tan fuerte como longevo en el tiempo, transparente y sencillo.
PD: Nos vemos pronto, bon ami.
Comencé a escribir cartas a París para encontrarme a mi mismo, para regenerar mi entorno que me abrasaba y me carcomía. Y por encontrarme a mí, reencontré una unión no perdida, si no quizás congelada en algún pasadizo extraño de este laberinto al que llamamos vida. No se cual es el significado de la amistad verdadera, es una palabra tan difícil de describir que ni me fío de aquellos maestros que la usan y la verborrean por doquier. Únicamente me limito a decir que a pesar de años y de distancias, conversar y exponer cosas en común desde el segundo uno,
es quizás la forma más clara de demostrarlo. Esa unión congelada ha sido devuelta por un sol abrasador que no es más que la verdadera razón de ser razonables en nuestras decisiones, de ser coherente conmigo mismo.
Escribo cartas a París por que me apasiona contar historias, ser leído y ser juzgado, pero sobre todo escribo cartas a París por que soy amigo, de un amigo que jamás permitió que cambiase ni un ápice, desde el principio y hasta los días de hoy.
No son cartas a París, son únicamente bloques de piedra pesada que se acumulan como muros infranqueables para erigir un lazo de cuero tan fuerte como longevo en el tiempo, transparente y sencillo.
PD: Nos vemos pronto, bon ami.
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