Manchego.

Ser manchego no es simplemente pertenecer a una tierra, es llevarla siempre es tu ADN, en tu forma de ser, en tu manera de mirar el mundo. La Mancha te marca de por vida, sus infinitos campos llanos arremeten contra tu pecho, y su árida belleza se clava en tus ojos para siempre. A partir de ahí no hay nada más, puedes visitar rascacielos,  inmensas ciudades pobladas de todas las razas del ser humano, pero aún así nada es como la mancha, mi mancha.
Parque Nacional Las Tablas de Daimiel (Ciudad Real)


 Un tablero de naturaleza.  La blancura de sus casas convive con el colorido de las ropas colgando en las azoteas. Los saludos de los viejos sentados en su poyetes viendo la vida pasar bajo sus boinas. Las mujeres barriendo la puerta de sus casas mientras aprovechan el saludo alargado de una vecina. Las tabernas donde se mezclan las viejas costumbres con las nuevas generaciones.

Algunos hablan de oportunidades y posibilidades, yo digo no hay mejor suerte que crecer en la mancha, no hay mejor infancia que recorrer sus caminos a lomos de una bicicleta, o pasarte la tarde dándole patadas a un balón en un erial tostado con cuatro piedras, donde imaginas jugar en el mayor estadio del mundo.

"Niños jugando a las bolas" Daimiel



Mi tierra, la mancha, una tierra de genios, de escritores, de arte y belleza,  que bajo una pluma eterna pasea  por todo el mundo, mostrando la dulce locura de sus habitantes, la alegría de sus gentes y sus vidas duras, donde sin embargo la felicidad es parte de la sangre que corre por nuestras venas, por nuestros senderos.






La Mancha, un lugar de donde siempre quiero acordarme.... 

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