B ajaba las escaleras despacio, como memorizando cada peldaño con la puntera de su zapato de piel por las hendiduras de las baldosas. El viejo cuaderno con el logotipo obsoleto de la empresa gravitaba entre sus alargados dedos de escribiente, el reciente director ni siquiera había ojeado aquellas hojas de dos rayas donde Fermín fosilizaba los nombres y direcciones de sus arcaicos contactos. Le aseguraron en la cafetería que procedía de Estados Unidos, de una organización empresarial con muchos ceros de facturación y sedes salpicadas por lugares que era incapaz de pronunciar. No lograba recordar la palabra exacta de su anterior puesto, el mismo jefe se lo había explicado en su primera visita al despacho chapurreando un español que aún aprendía. Observó con tristeza como don Henry había quitado las plantas que a veces don Gustavo le encargaba regar antes de comenzar el trajín, y bajo el armario apoyado en la pared, tenía el cuadro que le ...